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jueves, 25 de abril de 2013

La Emoción de la Sencillez

Si planteamos la pintura como algo capaz de retratar un momento, un instante, algo capaz de poner en valor una escena que ocurre en milésimas de segundo y en milésimas también se esfuma, podremos vislumbrar con más facilidad lo que a la fotografía se asemeja. Es el caso del Impresionismo, grandes pintores como Monet o Renoir, entre otros muchos, son algunos de los grandes exponentes de este movimiento.

El impresionismo, relegado por la critica pública en sus inicios, trata de mostrarnos una realidad cotidiana, algo cercano a la sociedad pero cargado de intención representativa. Su encuadre, su color o su técnica dotan a este movimiento de una identidad propia que trasciende del lienzo para llegar directamente al espectador. 

En el caso de la fotografía esto es mucho más claro, es algo obvio decir que la fotografia es fruto de fracciones de segundo. Sin embargo no es ahí donde tiene lugar la comparativa. Es la intención primera de retratar un instante la que hace de la fotografía algo mágico. Un instante que nos cautiva y enamora, que transmite sensaciones, que nos hace sentir un momento y un lugar. En definitiva un instante que va más allá de lo que nuestros ojos perciben y es aquí donde la fotografía y el impresionismo se mezclan para hacernos un regalo, un presente en forma de emoción, la emoción de la sencillez.




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